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Insurrecto

La insurrección no es más que la sana rebeldía de esperarte entre las esquinas enmarañadas de mi alma, entre el polvo y el tiempo de una ciudad dormida. No tienes nombre propio, aunque tu sentido universal y significado intrínseco es pronunciado por los soñadores en todas las lenguas, en todos los dialectos, y como un murmullo a voces suaves se esparce como el roció en la mañana, de boca a boca. De piel a piel. Vivís en tantos labios, te paseas entre tantas pieles, recorres la luz y la noche como un espectro placido y reconfortante, te presentas en el refractado brillo de la luna en el momento donde los enamorados la contemplan.  Siempre fui un poco inquieto, algo insurrecto. Vos en cambio, pareces etérea, justa y benevolente, y tienes la bendita habilidad de cambiar de rostros, de voz y de gestos, y yo como siempre fui un soñador empedernido en encontrar utopías me abstengo de salvarme, no me permito quedar al borde del camino, entre las hojas caídas, entre las florecidas ramas de los

Hola mamá

Hola mamá Que hermoso tu silencio arrullador, el que escuchaba de chico antes de dormir, y sentía la complaciente palma de tu mano en mi pecho, ese acto de buen augurio transformaba todo miedo sin sentido, y los fantasmas escondidos en la oscuridad se revelaban como camperas colgadas en la esquina, siempre me decías que los ruidos eran de las hojas con el viento, y que las flores de tus orquídeas bailaban con la brisa. Ante las estruendosas tormentas de verano, en una Asunción de los 90” los rayos parecían caer a mi diestra, y yo escuchaba la siniestra onda expansiva de los truenos replicándose como una inminente amenaza, pero la palabra es calma, y la tuya también era vida; ”carlitos, los rayos son obra de lo magnifico que es Dios, y la lluvia es un regalo para las pobres plantitas, el viento fresco trae alivio y ese sonido es solo la música de los cielos” siempre y hasta ahora te tomas un tiempo luego de esa reflexión, luego de unos segundos me mostrabas el piso, y decías “cuando v

100 metros

Se escapa la traviesa brisa en libertad sublime. Se escapan las notas suaves, y ella sus ojos cierra. Su falda negra emula una noche de luna llena. Y en su cuello cuelga el fragmento de una estrella. Baila despreocupada, elevada 100 metros de la tierra. En una terraza cualquiera, 100 metros más cerca de todas sus estrellas. Su espíritu se asemeja al inquebrantable samu.u. Árbol acorazado, resistente y cauteloso. A gusto se sienta entre la hierba, mujer con el espíritu de Gea. Y en su boca florecen las flores del tajy. Se escapa la traviesa brisa, envuelta entre las notas suaves de un reggae cualquiera. Y sus flores se esparcen por asunción en un día de agosto. Adorna los barrios, las calles se visten de sus labios, rojiazules. Y a veces, el inexacto tiempo endeble se detiene. Cuando ella toma un daiquiri rosa.

Soberana

Soberana la palabra escapando de los labios de su boca. Impoluta y libre la marca cobriza de su corona. Se tiñen las constelaciones en los cielos y la hierba se enverdece con sus gestos. Se viste de sol y de luna, se viste a veces de lluvia y de consuelo. Entre la bruma del mundo se erige mi fortuna, y a veces una brisa simple la derrumba. Y a veces, solo en inexactos segundos impares y primos su gracia se revela. Ella, una de esas pocas, con pocos pelos en la lengua, consoladora y paciente. Escuchar era su don, pero ser escuchada, para ella era amor. Intacta bajo el sol tibio de un otoño que se hizo muy largo. Alza la mirada a ese cielo indiferente. Se refracta en sus ojos el pasar del tiempo y cuestiona su encierro. ¿De qué sirve un colibrí que no pueda volar?. Intrépida la intrínseca proporción dorada de todos sus lados. En Grecia fue hallada, en Roma estudiada. Su curva acompaña la curva de los dioses, y espectrales quedan los ojos que la miran. Se hace llamar Minerv